A QUIEN EL SOL BRILLA, Tamara Bueno Doral

Dedicado a Caddy Adzuba, con cariño.

<<Toda la organización social, si es que se le puede llamar así, se está desplomando. En tan poco tiempo se está desarticulando completamente. ¡Es increíble! Pero esta crisis vale la pena. Algunos se asustan porque creen que van a perder algo, pero ¿qué van a perder? Ahora mismo estamos modelando una sociedad nueva. Y cuando arreglemos bien nuestra casa, daremos un nuevo salto>> El Día del León Alado, Silo.

Mi nombre es Sharika “a quien el sol brilla” y camino acompañada de Koffi “nacida en viernes”. Nuestras pisadas resuenan en la oscuridad de la noche, mientras tomadas de la mano, murmuramos una antigua canción que sirve para ahuyentar a los demonios del bosque. Este mismo ritual lo hemos repetido cuando, para ir al colegio, caminábamos kilómetros antes del amanecer, no hace tantos años. Nuestro temor es que las presencias malignas que debíamos evitar ahora están vivas.

Hemos acordado partir esta noche. El camino es largo y los fantasmas acechan en las esquinas de la memoria. Trato de recordar cuál fue el comienzo. Imágenes familiares de afecto, hogar y protección acuden a mi mente reconfortando mi corazón, luego…una ruptura inexplicable. Caddy salió de nuestra tierra para contar que nos estaban masacrando, por el coltán. Fue recibida en la ONU y llevó pruebas: empresas americanas y europeas financiando a las guerrillas que organizan los ataques armados, las violaciones sistemáticas. Principalmente dirigidas a mujeres desde los 2 años hasta las más ancianas…en una meditada estrategia para minar nuestra dignidad como pueblo. Fue condecorada con diferentes premios, recibió incluso el Príncipe de Asturias de la Concordia. Pero nada ha cambiado por aquí.

Los traficantes nos reparten en pequeñas furgonetas. Koffi y yo luchamos por permanecer juntas. Tres meses y veinte días con sus noches. Cuando llegue a Europa me preguntarán si he soportado la cantidad de violencia suficiente para que me concedan el estatuto de refugiado, pero yo ya no tendré palabras para contar lo sucedido hasta llegar a Senegal.

Nos embarcamos rumbo a España al anochecer. Cuando alcanzamos la playa nos reciben los ojos ansiosos y las manos crispadas de muchos otros, más de los que parecería razonable meter en esta pequeña embarcación. Los gritos de los traficantes no nos dejan tiempo para pensar en la proximidad de la muerte, mientras nos apretamos unos con otros. Las miradas asustadas y huidizas se fijan en un punto de la costa. Escucho oraciones lejanas y el llanto de un bebé.

Apenas quedan 3 días para que lleguemos, pero Koffi no lo sabía, su mano está muy fría y es del color del mar. Yo la sigo sosteniendo y miro a las estrellas para comprobar si su luz ahora se ve reflejada allí. La línea entre la vida y la muerte es tan fina…me dejaría ir así, mecida entre las olas, apenas consigo respirar. Distintas escenas de mi vida se suceden ante mis ojos, cuando de pronto oigo una voz interior: tu vida es sagrada y aún no ha terminado su misión aquí.

Estoy flotando mientras saltamos de la embarcación y pisamos tierra firme. No siento mi cuerpo y las percepciones de irrealidad borran las fronteras de mi misma: podría ser este niño que también se ha salvado, el mar, la luz del sol, una piedra. Pero insisten preguntándome quién soy, de dónde vengo, si alguien me acompaña. Cuando les digo que estoy con Koffi, me miran extrañados. Comprendo entonces que hay muchas realidades invisibles a sus ojos.

Llevo ya más de seis meses en España, aprendo el idioma, pero las palabras me resultan engañosas. Sin duda, no tenemos la misma idea de lo que significan acogida, arraigo, refugio.

Hoy hemos hecho una excursión a la montaña y Muntu (en Bantú, la fuerza vital que se nombra como “Lo que es”) se ha manifestado en mí. Se oía ruido de conversaciones al fondo…cuando en lo alto del mirador pude observar como el sol se ampliaba, un gran silencio irrumpió y me sentí conectada con todo. Mientras descendía con resolución, una renovada esperanza irradiaba en mi pecho.

Me he apuntado como voluntaria en la asociación humanista de mi barrio. Ayudar a otros es lo único que me ayuda a mí también. Me gustan esas conexiones que tejemos, entre iguales, como si estuviéramos construyendo el germen de una nueva humanidad. Aquí hay personas de todas las culturas…compartimos nuestros saberes y desarrollamos proyectos, en los que las personas son el valor más importante.

Es un momento cotidiano, de un día cualquiera. Estamos en el local planificando una nueva actividad. Compartimos una merienda e intercambiamos experiencias. Un amigo se levanta y nos cuenta una anécdota de cuando viajó a África.

“Entonces, estaba allí perdido, sediento y agotado, cuando me salió al paso una mujer anciana de bello rostro y ojos sabios. Me ofreció comida y agua en abundancia. Yo, extrañado, agradeciéndole el gesto le pregunté: ¿por qué me ayudas si no me conoces?, soy un extraño para ti. Claro que te conozco -respondió ella- eres un Ser Humano. Lo que nos une a ambos es inmenso…y lo que nos diferencia, ¡me despierta una gran curiosidad!”

Así, mientras nuestras risas iban extinguiéndose en calma, nuestros ojos se buscaban… nuestras miradas se encontraron y se reconocieron en profundidad.

The webdoc is financed by the programme Horizon 2020,
RAISD – Reshaping Attention and Inclusion Strategies for Distinctively vulnerable people among the forcibly displaced

raisd-h2020.eu 

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