30 METROS, Jorge Rodríguez Moreno

Hoy es lunes. Y como todos los lunes con clase, me he levantado, me he dado una ducha, he desayunado y he preparado mis cosas para ponerme camino a la facultad. Viviendo en esta ciudad mi vida es un ir y venir de metros y estaciones. Durante mi pequeño viaje en metro, mi mente se distrae observando el trasiego de quienes al abrirse las puertas del vagón intentan salir esquivando la melé de quienes intentan entrar, impacientes y concentrados por sentarse antes que nadie en el asiento que tienen visto desde fuera. Quitando esas silenciosas, épicas y fugaces batallas cuerpo a cuerpo al llegar a las estaciones, y alguna que otra persona que entra al vagón con ánimo de amenizar con música el viaje y conseguir a cambio algo de dinero, o de evangelizarnos a gritos y conseguir a cambio un pedacito de cielo, mi mente sigue activa porque no suelo escuchar música en el metro ni me concentro para leer. Y vuelve de nuevo una historia que conocí hace poco y que no se me va de la cabeza.

Es la historia de dos jóvenes, hasta hace poco universitarios como yo. Dos inseparables amigos que se disponen a emprender el viaje más importante de sus vidas. Quieren conseguir trabajar en lo que siempre soñaron, con mejor remuneración, reconocimiento y futuro de lo que conseguirían si se quedan en su país; ya sabemos cómo están las cosas en estos tiempos. Uno tiene 24 años, está recién licenciado en Ciencias del Deporte y además ha conseguido cierta fama y algunas medallas importantes como deportista, pero, las artes marciales tienen pocas ayudas y prefiere trabajar, competir y buscar nuevos horizontes en otro país. El otro tiene 25 años, es muy “echao palante” y acaba de terminar sus estudios de Ingeniería. Después de hacer números, han trabajado duro y ahorrado todo lo que han podido para su aventura.

Ambos amigos están súper ilusionados. Saben bien que van a echar mucho de menos a sus familias, a sus amigos y a su gente en este viaje que llevan tanto tiempo preparando, y que les va a cambiar la vida y mejorar la de sus familias, que han hecho un enorme esfuerzo para que sus hijos puedan estudiar en una buena universidad. Saben bien lo que es no ver en mucho tiempo a su madre, a su padre, a sus hermanas o a sus parejas, porque han compartido residencia universitaria y terminado sus estudios en otro país a miles de kilómetros del suyo, donde llevan ya meses. Pero tienen que hacer un esfuerzo más, en un camino en el que dejan cada vez más lejos su hogar.

Tras miles de kilómetros con varias escalas en diferentes medios de transporte, y algunos problemas con la logística y el idioma, ya están casi en su destino. ¡Tanto esfuerzo por fin va a merecer la pena! Están exhaustos y deseando llegar, descansar y llamar a casa para decir que están bien, porque saben que estarán bastante preocupados, y sus jóvenes corazones laten ansiosos. El último tramo es un pequeño trayecto de tan solo 10 minutos en una pequeña embarcación, y ya ven la escollera del puerto junto a una playa, que aparece entre las luces y sombras de la noche. La emoción y la ilusión que les invade pueden más que su cansancio. Se van preparando y van preparando sus cosas para el desembarque, pero… algo no va como estaba previsto.

El mar está muy revuelto. El patrón de la embarcación se ha puesto violento; les dice que no puede llegar a tierra. ¡¿Cómo que no, si ya casi están?! La ilusión y el cansancio de los amigos se torna en preocupación y enfado. El patrón del barco no da opción y les empuja para que vayan al agua. Son momentos de mucha tensión. Los amigos no pueden creer lo que está pasando, y, aunque es una locura, se miran, confían en su suerte y en sus fuerzas, y saltan juntos con sus cosas al agua. Si han superado tantas cosas para llegar donde están, esta no será obstáculo, y lo contarán después el resto de sus vidas como una de las más increíbles que les han pasado.

Es una noche oscura y fría pero están muy cerca de la orilla. Es tremendamente difícil nadar con ropa, pantalón largo y botas. El agua está congelada, está lleno de rocas, las olas son cada vez más fuertes… Uno de los dos amigos desaparece entre las violentas y oscuras olas. El otro, desorientado, nada con toda su alma y consigue, sin saber cómo, esquivar los golpes contra las rocas. Casi sin aliento y aturdido tras un rato buscando sin conseguir ver a su inseparable compañero de viaje, toca tierra firme. Como puede busca ayuda. La policía activa inmediatamente la operativa de personas perdidas en el mar.

Esa noche arrasa con la esperanza de un joven de 24 años que solo buscaba un lugar donde poder tener una vida feliz y deja tocada para siempre la de su amigo, que llevará marcada a fuego esa horrible madrugada. Dos días después encuentran el cuerpo en el fondo del Océano Atlántico, cerca de la costa. A partir de ahí, los vídeos comienzan a circular en las redes sociales. La historia de este medallista ahogado a pocos metros de tierra llega a todo el mundo. Tanto su Gobierno como los medios de comunicación describen al luchador de artes marciales fallecido como un héroe: “Si hubiera tenido una ayuda como joven deportista, no tendría que haberse ido”, publican los medios locales.

Esta es una historia real. Sucedió también un lunes; el 16 de septiembre de 2019. Akram, mientras pensaba que nunca más volvería a ver a su amigo Helal, le recordaba desolado con la mirada perdida a las puertas del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Melilla, donde le atendieron del shock vivido, y donde contó todos los detalles de lo que había pasado. Solo buscaban una vida mejor. Una vida en paz para ellos y sus familias lejos de la lucha diaria que supone despertar cada día en Yemen, donde sufren una guerra ilegal e injusta que afecta a personas como ellos, que nunca imaginaron tener que pasar por algo así. Akram, sabe que debe seguir adelante, ya sin su amigo, y también por él. Esta es una historia real de personas como tú y como yo. De quienes anhelan llegar como pueden a un lugar donde conseguir refugio y una vida mejor, aun sufriendo toda clase de dificultades, engaños y discriminación. España, su soñado destino, es uno de los principales países que, mientras mira hacia otro lado, sigue haciendo negocios como uno de los mayores proveedores de armas al régimen Saudí, quien sigue arrasando Yemen con dichas armas de forma atroz e inhumana, sin límite ni control.

Tras miles de kilómetros huyendo del sinsentido, 30 metros fueron la diferencia entre conseguir llegar a un país en el que empezar con esperanza una nueva vida como migrante refugiado, y perder la vida, otra, apagada en las aguas de un mar cada vez más teñido de sangre inocente. 30 metros. Tan solo 30 metros.

The webdoc is financed by the programme Horizon 2020,
RAISD – Reshaping Attention and Inclusion Strategies for Distinctively vulnerable people among the forcibly displaced

raisd-h2020.eu 

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